Vivimos tiempos en los que la democracia sufre la agresión de los mercados, que la invalidan y la convierten en un instrumento al servicio de sus intereses, transformándola en una democracia secuestrada. La especulación y la acumulación de beneficios de unos pocos vencen al desarrollo sostenible y la juventud más formada y preparada de la historia vive peor que la generación anterior, sin perspectivas de encontrar un trabajo estable y remunerado.
De esta manera, el neoliberalismo trata de dejar sin efecto las conquistas políticas y sociales conseguidas durante años de lucha por las libertades políticas, sociales y económicas en España. En la práctica, el bipartidismo imperfecto (PSOE-PP más CiU y PNV), a través de un consenso no escrito, ha asegurado unas reglas que permiten una alternancia permanente en el poder para asegurar que el núcleo de las políticas neoliberales pactadas en Bruselas, junto con el atlantismo y la monarquía, no sean puestos en peligro.
Plantear un cambio de esta situación necesita forzosamente del protagonismo activo de las personas trabajadoras y de todas las organizaciones sociales interesadas en disputar la hegemonía al bipartidismo. Por ello, la movilización que empezó el 15 de Mayo tiene la gran virtud de representar muchas cosas y a mucha gente a la vez, y hacerlo sin necesidad de uniformidad o de sometimiento a un pensamiento uniforme.
Tenemos la necesidad de romper con un estado de cosas heredado de una Transición incompleta, que la mayoría no vivió, y a la que, además, se le explicó mal y con demasiadas trampas. Romper con un estado de cosas que representan una separación de poderes contaminada por una Justicia que no ha roto con el régimen anterior, un sistema electoral diseñado en 1977 para mantener un bipartidismo imperfecto que dejara sin influencia a un potente Partido Comunista, con un distanciamiento entre las instituciones y el pueblo que blinda un sistema social y económico al servicio del gran capital.
Pero el 15 de Mayo también representa una movilización contra una forma de afrontar una crisis que no sólo es económica, sino que afecta a todo el sistema, porque cada vez es más evidente que este sistema social, económico y de valores, no da respuesta positiva a las necesidades de gran parte de la ciudadanía, porque ese no es su objetivo. Su principal motor es asegurar el beneficio de una minoría –los banqueros y los grandes capitales especulativos– y para ello no dudan en vaciar de contenido la ya débil democracia que tenemos. Dejando sin capacidad de decisión a los parlamentos y los gobiernos, las decisiones importantes de la economía se toman en el FMI, el BM o el Banco Central Europeo por quienes ni son elegidos “democráticamente” ni tienen que dar cuenta de sus decisiones, eso sí, tomadas desde lujosos hoteles de 3.000 euros la noche y que ostentan salarios insultantes.
Por todo esto, en Izquierda Unida creemos que es el momento de convocar a la ciudadanía para construir la alternativa, con mayúscula. Se trata de propiciar la participación y la implicación de lo más dinámico de la izquierda social, sindical, cultural y política para elaborar colectivamente una alternativa en el más amplio sentido de la palabra “programa”. Una alternativa a la actual forma de afrontar la crisis, que parta desde abajo, desde los centros de trabajo y desde cada pueblo, hacia arriba; que consiga la convergencia de la izquierda organizada –la que se movilizó en la huelga general, la que se moviliza en las calles y plazas de toda España– en torno a un programa participativo, que defienda la regeneración democrática de la vida política, la justicia social para que la crisis no la paguen los más débiles, la recuperación de la cultura como un instrumento de realización del ser humano, que apueste por el fortalecimiento del sindicalismo de clase y el protagonismo de los movimientos sociales.
Esta convocatoria social pretende dar la palabra y la capacidad para decidir a la ciudadanía desde la base, porque desde el sectarismo, la exclusión o el recelo no se pueden impulsar las revoluciones que se necesitan para hacer frente al intento de implantar la dictadura del capital, luchando en lo concreto, frenando las miles de injusticias que provoca diariamente esta crisis, empezando por evitar los desalojos de quienes no puedan pagar la hipoteca, recuperando la moral de victoria y la confianza en que un pueblo unido jamás es vencido, o recuperando aquel fantasma que en el siglo XIX recorría Europa y que hoy debe recorrer todo el planeta proclamando aquello de “Proletarios de todo el mundo, uníos”.
Algunos nos dirán que somos antiguos, pero lo antiguo es la explotación de unos seres humanos por otros: hoy lo hacen en nombre del dios Mercado, como ayer lo hacían en nombre de la Revolución Industrial, que necesitaba sacrificios de los trabajadores. Todo, o casi todo, está inventado. Lo malo es que, a la vez, casi todo, o todo, estaba olvidándose. Hasta que una multitud de gente ilusionada, combativa, con la fuerza que dan las ganas de cambiar las cosas lo empezó a desempolvar un 15 de Mayo. Ahora hay que impedir que nuestras contradicciones lo estropeen, porque en esta lucha cabemos todos, eso sí, sin dioses, reyes, tribunos e ilustrados que nos quieran dirigir, para conseguir aquello tan viejo de que todo cambie para que todo siga igual.
José Luis Centella es secretario general del PCE y secretario de Acción Política de IU.
fuente: IzquierdaUnida
Plantear un cambio de esta situación necesita forzosamente del protagonismo activo de las personas trabajadoras y de todas las organizaciones sociales interesadas en disputar la hegemonía al bipartidismo. Por ello, la movilización que empezó el 15 de Mayo tiene la gran virtud de representar muchas cosas y a mucha gente a la vez, y hacerlo sin necesidad de uniformidad o de sometimiento a un pensamiento uniforme.
Tenemos la necesidad de romper con un estado de cosas heredado de una Transición incompleta, que la mayoría no vivió, y a la que, además, se le explicó mal y con demasiadas trampas. Romper con un estado de cosas que representan una separación de poderes contaminada por una Justicia que no ha roto con el régimen anterior, un sistema electoral diseñado en 1977 para mantener un bipartidismo imperfecto que dejara sin influencia a un potente Partido Comunista, con un distanciamiento entre las instituciones y el pueblo que blinda un sistema social y económico al servicio del gran capital.
Pero el 15 de Mayo también representa una movilización contra una forma de afrontar una crisis que no sólo es económica, sino que afecta a todo el sistema, porque cada vez es más evidente que este sistema social, económico y de valores, no da respuesta positiva a las necesidades de gran parte de la ciudadanía, porque ese no es su objetivo. Su principal motor es asegurar el beneficio de una minoría –los banqueros y los grandes capitales especulativos– y para ello no dudan en vaciar de contenido la ya débil democracia que tenemos. Dejando sin capacidad de decisión a los parlamentos y los gobiernos, las decisiones importantes de la economía se toman en el FMI, el BM o el Banco Central Europeo por quienes ni son elegidos “democráticamente” ni tienen que dar cuenta de sus decisiones, eso sí, tomadas desde lujosos hoteles de 3.000 euros la noche y que ostentan salarios insultantes.
Por todo esto, en Izquierda Unida creemos que es el momento de convocar a la ciudadanía para construir la alternativa, con mayúscula. Se trata de propiciar la participación y la implicación de lo más dinámico de la izquierda social, sindical, cultural y política para elaborar colectivamente una alternativa en el más amplio sentido de la palabra “programa”. Una alternativa a la actual forma de afrontar la crisis, que parta desde abajo, desde los centros de trabajo y desde cada pueblo, hacia arriba; que consiga la convergencia de la izquierda organizada –la que se movilizó en la huelga general, la que se moviliza en las calles y plazas de toda España– en torno a un programa participativo, que defienda la regeneración democrática de la vida política, la justicia social para que la crisis no la paguen los más débiles, la recuperación de la cultura como un instrumento de realización del ser humano, que apueste por el fortalecimiento del sindicalismo de clase y el protagonismo de los movimientos sociales.
Esta convocatoria social pretende dar la palabra y la capacidad para decidir a la ciudadanía desde la base, porque desde el sectarismo, la exclusión o el recelo no se pueden impulsar las revoluciones que se necesitan para hacer frente al intento de implantar la dictadura del capital, luchando en lo concreto, frenando las miles de injusticias que provoca diariamente esta crisis, empezando por evitar los desalojos de quienes no puedan pagar la hipoteca, recuperando la moral de victoria y la confianza en que un pueblo unido jamás es vencido, o recuperando aquel fantasma que en el siglo XIX recorría Europa y que hoy debe recorrer todo el planeta proclamando aquello de “Proletarios de todo el mundo, uníos”.
Algunos nos dirán que somos antiguos, pero lo antiguo es la explotación de unos seres humanos por otros: hoy lo hacen en nombre del dios Mercado, como ayer lo hacían en nombre de la Revolución Industrial, que necesitaba sacrificios de los trabajadores. Todo, o casi todo, está inventado. Lo malo es que, a la vez, casi todo, o todo, estaba olvidándose. Hasta que una multitud de gente ilusionada, combativa, con la fuerza que dan las ganas de cambiar las cosas lo empezó a desempolvar un 15 de Mayo. Ahora hay que impedir que nuestras contradicciones lo estropeen, porque en esta lucha cabemos todos, eso sí, sin dioses, reyes, tribunos e ilustrados que nos quieran dirigir, para conseguir aquello tan viejo de que todo cambie para que todo siga igual.
José Luis Centella es secretario general del PCE y secretario de Acción Política de IU.
fuente: IzquierdaUnida
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