El PP y el sesgo castizo de la crisis española
Pedro L. Angosto - Nueva Tribuna
En 1996, un partido dirigido por “grandes emprendedores” de
reconocida raigambre franquista llegaba al poder en España. Nadie podía
pensar en aquella fecha que aquel oscuro funcionario de Hacienda
encargado de presidir el Gobierno alcanzaría, tras dejar el poder con
las manos manchadas de rojo, los laureles que los dioses del mercado
sólo reservan a los más despiertos y avispados. Conferenciante en
Georgetown, empleado de uno de los más grandes magnates de la prensa
mundial, puesto que compatibilizó durante un tiempo con el de Consejero
de Estado, trabajador en el paraíso fiscal de las islas Caimán, Doctor
Honoris Causa por varias universidades muy católicas y, por último,
catedrático en una privada de Monterrey.
Experto en finanzas, políglota, conocedor de la lista de los reyes
godos, impulsor del padel, corredor de fondo sobre tierra y nieve,
aficionado a la guerra preventiva, de pluma ágil, verbo divertido y
mimético, este hombre, al igual que Reagan, Gerald Ford o Bush, ha
demostrado como con trabajo y tesón cualquiera puede llegar a las más
altas cimas de la idiotez. Y es que con democracia o sin ella, Dios
ayuda a los buenos cuando son más que los malos. Y es que Aznar López no
andaba sólo en sus transparentes propósitos. Un grupo de guerreros
avezados estaban dispuestos a demostrar a todo el mundo lo que de verdad
vale un patriota español cuando dice aquí estoy yo.
Rodrigo Rato,
hombre de negocios poco venturosos recompensado con la Presidencia del
FMI, institución encargada de hacer más pobres a los países que ya lo
son, y exjefe de eso que llaman Bankia; Juan Villalonga, amigo de la
infancia del hombre de Murdoch que jamás había podido demostrar su
pericia mercantil hasta que fue elevado a la presidencia de Telefónica y
se inventó aquello de las “stock opcions” lo que le ha permitido vivir
hasta la fecha, holgadamente, sin apreturas circunstanciales, en esa
reserva de españolidad que es Miami; Miguel Ángel Rodríguez, que
comparte nombre con el líder del grupo Mojinos Escocíos pero nada más:
Periodista, tampoco tuvo ocasión de acreditar su habilidad en el mercado
hasta su paso por el Gobierno de la nación, después parece que todo le
va viento en popa asesorando a diversos gobiernos autonómicos del
Partido Popular; Esperanza Aguirre, casada con Fernando Ramírez de Haro y
Valdés, Conde de Murillo y Grande de España, terrateniente y ganadero
agraciado durante el Gobierno de Aznar López con la estación de tren del
AVE de Guadalajara, que no está en esa ciudad sino en Yebes, donde el
noble posee grandes propiedades; Eduardo Zaplana, autor de Terra Mítica
que confesó su pobreza y su vocación política dineraria en una
grabaciones exóticas: después de ocupar diversos ministerios y altos
cargos en su partido, la fortuna le ha sonreído: Hoy es propietario de
muchas cosas y ocupa cargo en una multinacional que antes fue empresa
estatal; Ruiz Gallardón, persona de talante jesuítico que ha enterrado
cerca de un billón de pesetas en el subsuelo de Madrid, pretende
entregar a la iglesia católica una parte de la ribera del Manzanares,
mantiene una amistad entrañable con Florentino Pérez, conoce de sobra a
una implicada en la “operación Malaya” de cuyo nombre no quiero
acordarme y andaba metido en supuestas reyertas con la presidenta de
Madrid; Carlos Fabra, hijo, nieto, bisnieto, tataranieto y lo que sea de
presidentes de la Diputación de Castellón, a quien ningún juez del
Estado es capaz de juzgar pese a los presuntos y numerosos delitos de
que se le acusa porque seguramente han salido de las mentes
calenturientas y enfermizas de algunos periodistas malvados y
envidiosos, y, por supuesto, Francisco Camps, presidente de la
Generalitat valenciana, hombre honrado donde los haya, católico,
apostólico y romano. A estos nombres destacados del pelotón habría que
añadir un sin fin de subalternos que actúan por todo el “suelo y el
subsuelo” patrio sin más afán que el engrandecimiento de España: Son los
verdaderos patriotas, los que están dispuestos a darlo todo por la
patria con la única condición de que la patria lo dé todo antes por
ellos, son los que están dejando claro que una parte considerable de
nuestros políticos, en este caso los del Partido Popular, están en
política para servir a los ciudadanos, al pueblo soberano, siempre que
éste haga lo que debe hacer, callar, no decir nada, permanecer en
silencio mientras contempla como los chorizos de guante blanco no usan
antifaz ni pasamontañas, sino que hacen su trabajo con el mayor
desparpajo, con la mayor despreocupación, a la vista, sin complejos,
como lo hace un español que se precie de tal. Con dos cojones.
Pues bien, cuando estos señores llegaron al poder se encontraron con
el inicio de un ciclo económico alcista que en los años siguientes
produjo incrementos de PIB de hasta un 5 por ciento. Lejos de aprovechar
esa bonanza económica para aumentar el Estado del bienestar o invertir
en I+D+i, los dirigentes populares terminaron de enajenar las empresas
estatales más rentables poniendo en su dirección a hombres de su
absoluta confianza como Martín Villa, Miguel Blesa, Manuel Pizarro o el
mencionado Villalonga; iniciaron un proceso imparable de privatización
de servicios públicos tan esenciales como la Educación o la Sanidad;
rebajaron los impuestos directos a aquellos que más ganaban;
incrementaron los impuestos indirectos y las tasas; redujeron las
plantillas de funcionarios de todo tipo, incluidos médicos, enfermeros,
inspectores de Hacienda, maestros, profesores, controladores laborales,
oficiales de juzgados, policías y, sobre todo, en vez de cimentar su
modelo en la economía productiva, hicieron todo lo posible para que la
especulación se convirtiese en el motor de nuestro crecimiento. Leyes
como la del suelo que permitían echar cemento sobre cualquier punto del
país auspiciaron que en pocos años España fuese el país con más nuevos
multimillonarios del mundo después de China, el país con más billetes de
500 euros de la Unión Europea, el país que más viviendas construía de
todos los de su entorno sin que ello supusiese una bajada de su valor
sino todo lo contrario. Aquí todo el mundo se podía hacer rico en un
abrir y cerrar de ojos, sólo había que tirarse al río con la información
y las “amistades” adecuadas. Luego, las hipotecas a cincuenta años y
los intereses bajos terminaron de cerrar el círculo haciendo caer a
millones de españoles en el “gran corralito”, al comprar, principalmente
viviendas, muy por encima de sus posibilidades, de modo que hoy,
gracias a aquella fantástica política económica que propició la
acumulación en pocas manos de enormes fortunas, nos encontramos de golpe
inmersos en una crisis que afecta, como todas, de forma grave y
exclusiva a las clases trabajadoras y a quienes han dejado de pertenecer
a ellas contra su voluntad, sin que nadie sepa dónde están esas
ingentes cantidades de dinero amasadas durante décadas por los que todo
lo dieron por España.
Hoy los mismos que todo eso hicieron, están de nuevo en el poder para
terminar la faena que dejaron inconclusa Así es el patriotismo de
quienes creen que el Estado es un cortijo.
fuente:NuevaTribuna.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario