Los sindicatos no pueden reemplazar a los partidos políticos de izquierdas que son los que deben liderar los cambios y las transformaciones progresistas.
En nuestro país afortunadamente en los momentos críticos hemos contado con una izquierda social, fundamentada básicamente en torno a los sindicatos, que ha permitido dar respuesta a la hegemonía de la derecha. Recordemos como en el momento más álgido de la hegemonía del PP de Aznar, cuando la izquierda política estaba prácticamente desaparecida, el movimiento sindical le planteó y ganó una Huelga General contra el Decretazo de Aznar. Esta situación enlazó posteriormente con las movilizaciones contra la guerra de Irak, y de ahí partió un “renacer” de una alternativa de izquierdas, que en aquel momento se centró en la “renovación” del PSOE de la mano de Zapatero.
Últimamente ante el brusco giro de Zapatero hacia posiciones económicas y sociales de derechas, han sido los sindicatos los que han conseguido frenar en gran parte sus objetivos. La Huelga General del 29S, como todas las anteriores ha tenido su repercusión política y ha obligado al Gobierno del PSOE, ante las malas perspectivas electorales frente a las autonómicas y municipales de mayo, a negociar y a replantear sus posiciones iniciales. Pese a las críticas que puedan hacerse desde posiciones ultraizquierdistas marginales, CCOO y el movimiento sindical han sabido defender los intereses de los trabajadores y conseguir unos acuerdos que dada la correlación de fuerzas políticas existentes en nuestro país han sido sin duda una apuesta política correcta que ha evitado males mayores.
Es evidente que la soledad del movimiento sindical frente a la ofensiva neoliberal del gobierno “socialista” era una realidad. Una amplísima mayoría del Parlamento y la casi totalidad de los medios de información, han abonado la necesidad de las desregulaciones, camufladas de reformas, y ataques a las condiciones de los trabajadores y al estado del bienestar, así como la liquidación de las entidades financieras de carácter social como eran las Cajas de Ahorros. Es evidente que la presencia de la izquierda realmente existente es hoy escasamente relevante en el panorama político, ante un PP y unos partidos nacionalistas de derechas, y un PSOE que ha perdido y creo que para siempre ( ya ha tenido una oportunidad de regenerarse que ha dilapidado) su característica de partido no sólo socialista sino ni tan sólo socialdemócrata.
Ya en su momento Lenin planteaba que el papel de los sindicatos es defender los intereses de los trabajadores, un papel de defensa y por tanto fundamentalmente reformista. Los sindicatos no pueden reemplazar a los partidos políticos de izquierdas que son los que deben liderar los cambios y las transformaciones progresistas. Por tanto no se debe criticar a los sindicatos por la falta de una izquierda realmente existente en nuestro país. Ante la actual situación los sindicatos han cubierto con creces su función.
El quid de la cuestión está en como estructurar una opción política fuerte, moderna, sin dogmatismos, con planteamientos estratégicos políticos, sociales y hasta morales de una izquierda actual, que se base en la defensa de los valores de lo público, de la solidaridad, pero también de la sostenibilidad y del ecologismo, del laicismo, del federalismo y del europeismo, que alce con fuerza las banderas de las reformas fiscales y del reparto de la riqueza. Es necesaria una fuerza política de izquierdas que sepa dar un paso adelante, a partir de la realidad actual plantear alternativas capaces de llegar al electorado de izquierdas con mensajes comprensibles y motivadores. Una fuerza de izquierdas que no trate sólo de reunir los jirones y retales del izquierdismo, sino que dé la batalla en el mismo seno del electorado socialista y socialdemócrata de nuestro país.
Hace falta una fuerte apuesta por crear este espacio político de la izquierda real, una izquierda amplia. Gaspar Llamazares, un referente del tipo de izquierda que precisamos, decía en la estupenda entrevista en Nueva Tribuna que “... el problema que tiene IU no es a su extrema izquierda sino que el reto que tiene IU es en el conjunto de la izquierda.”, o en otra parte “una IU que sea ambiciosa y que busque la coincidencia con el mundo ecologista y ecopacifista creo que es una IU en la que yo estaría con mucha fuerza y mucha ilusión”. Lo que Llamazares no contempla es que eso no será posible a partir de la llamada refundación de IU, donde volvemos a los esquemas ya fracasados del anguitismo que se dedican a eliminar a sus mejores cuadros.
Es preciso salvar a Llamazares para la política, no nos podemos permitir prescindir de gente como él. Se le precisa por el bien del futuro de la izquierda en este país y se precisa una formación de izquierda que sepa remar en la dirección que él indica, se debe pelear por unir a una gran parte de la mejor gente que ha creído en IU como es el caso de Llamazares o de Inés Sabanés, y hacerla confluir con gente que intenta renovar la izquierda como es el caso de ICV en Catalunya, o de embriones similares en el País Valencià como Compromís o más recientes en las Illes, confluir con el movimiento ecologista y su embrión político EQUO que precisa anclarse en lo social y a la izquierda, con la gente que defiende la memoria histórica e incluso personalidades como Garzón o gente con capacidad y criterios de izquierda que ha sabido salvaguardar su dignidad, como es el caso de Antonio Gutiérrez o de Nicolás Sartorius. Evidentemente hay gente procedente del espacio del PSOE que podría tener sitio en un planteamiento de este tipo, no en el caso de sus cuadros, pero hemos de tener en cuenta que hasta en ese caso ha habido personas inequívocamente de izquierdas como fueron en su momento Cristina Narbona o Josep Borrell, o gente que procedente de Nueva Izquierda pasaron al PSOE y ahora están claramente desengañadas. Ni el PSOE es ni será un referente, ni lo puede ser Izquierda Unida como tal.
La amplia base del movimiento sindical demuestra que hay un sector social amplio que hoy por hoy está huérfano políticamente, muchos de ellos refugiados en la abstención o el voto en blanco político. Precisamos una formación de izquierda, plural, no dogmática, con ideales enraizados y capacidad pragmática para hacer una política de verdad en beneficio de las clases populares, y capaz no ya de buscar mayorías electorales pero si capacidad de hegemonía ideológica de izquierdas con la que enfrentarse a todos los que han sucumbido al mensaje y a la dictadura de los mercados. Se trata de lograr conseguir lo que el PSUC y el PCE fueron en su tiempo, en la clandestinidad, referentes del avance democrático político y social, o lo que significó Euzkadiko Ezquerra en un determinado momento en Euzkadi, pero se trata de conseguirlo no recreando el pasado ni tratando de resucitar lo que ya pasó. Se trata de crear un nuevo modelo de formación política adaptado a las necesidades de la izquierda en el momento actual de nuestro país que sepa llevar a la práctica el pensamiento del voluntarismo gramsciano de luchar por la hegemonía en la sociedad de los valores de la izquierda.
fuente: ManelGarcia-NuevaTribuna
Es evidente que la soledad del movimiento sindical frente a la ofensiva neoliberal del gobierno “socialista” era una realidad. Una amplísima mayoría del Parlamento y la casi totalidad de los medios de información, han abonado la necesidad de las desregulaciones, camufladas de reformas, y ataques a las condiciones de los trabajadores y al estado del bienestar, así como la liquidación de las entidades financieras de carácter social como eran las Cajas de Ahorros. Es evidente que la presencia de la izquierda realmente existente es hoy escasamente relevante en el panorama político, ante un PP y unos partidos nacionalistas de derechas, y un PSOE que ha perdido y creo que para siempre ( ya ha tenido una oportunidad de regenerarse que ha dilapidado) su característica de partido no sólo socialista sino ni tan sólo socialdemócrata.
Ya en su momento Lenin planteaba que el papel de los sindicatos es defender los intereses de los trabajadores, un papel de defensa y por tanto fundamentalmente reformista. Los sindicatos no pueden reemplazar a los partidos políticos de izquierdas que son los que deben liderar los cambios y las transformaciones progresistas. Por tanto no se debe criticar a los sindicatos por la falta de una izquierda realmente existente en nuestro país. Ante la actual situación los sindicatos han cubierto con creces su función.
El quid de la cuestión está en como estructurar una opción política fuerte, moderna, sin dogmatismos, con planteamientos estratégicos políticos, sociales y hasta morales de una izquierda actual, que se base en la defensa de los valores de lo público, de la solidaridad, pero también de la sostenibilidad y del ecologismo, del laicismo, del federalismo y del europeismo, que alce con fuerza las banderas de las reformas fiscales y del reparto de la riqueza. Es necesaria una fuerza política de izquierdas que sepa dar un paso adelante, a partir de la realidad actual plantear alternativas capaces de llegar al electorado de izquierdas con mensajes comprensibles y motivadores. Una fuerza de izquierdas que no trate sólo de reunir los jirones y retales del izquierdismo, sino que dé la batalla en el mismo seno del electorado socialista y socialdemócrata de nuestro país.
Hace falta una fuerte apuesta por crear este espacio político de la izquierda real, una izquierda amplia. Gaspar Llamazares, un referente del tipo de izquierda que precisamos, decía en la estupenda entrevista en Nueva Tribuna que “... el problema que tiene IU no es a su extrema izquierda sino que el reto que tiene IU es en el conjunto de la izquierda.”, o en otra parte “una IU que sea ambiciosa y que busque la coincidencia con el mundo ecologista y ecopacifista creo que es una IU en la que yo estaría con mucha fuerza y mucha ilusión”. Lo que Llamazares no contempla es que eso no será posible a partir de la llamada refundación de IU, donde volvemos a los esquemas ya fracasados del anguitismo que se dedican a eliminar a sus mejores cuadros.
Es preciso salvar a Llamazares para la política, no nos podemos permitir prescindir de gente como él. Se le precisa por el bien del futuro de la izquierda en este país y se precisa una formación de izquierda que sepa remar en la dirección que él indica, se debe pelear por unir a una gran parte de la mejor gente que ha creído en IU como es el caso de Llamazares o de Inés Sabanés, y hacerla confluir con gente que intenta renovar la izquierda como es el caso de ICV en Catalunya, o de embriones similares en el País Valencià como Compromís o más recientes en las Illes, confluir con el movimiento ecologista y su embrión político EQUO que precisa anclarse en lo social y a la izquierda, con la gente que defiende la memoria histórica e incluso personalidades como Garzón o gente con capacidad y criterios de izquierda que ha sabido salvaguardar su dignidad, como es el caso de Antonio Gutiérrez o de Nicolás Sartorius. Evidentemente hay gente procedente del espacio del PSOE que podría tener sitio en un planteamiento de este tipo, no en el caso de sus cuadros, pero hemos de tener en cuenta que hasta en ese caso ha habido personas inequívocamente de izquierdas como fueron en su momento Cristina Narbona o Josep Borrell, o gente que procedente de Nueva Izquierda pasaron al PSOE y ahora están claramente desengañadas. Ni el PSOE es ni será un referente, ni lo puede ser Izquierda Unida como tal.
La amplia base del movimiento sindical demuestra que hay un sector social amplio que hoy por hoy está huérfano políticamente, muchos de ellos refugiados en la abstención o el voto en blanco político. Precisamos una formación de izquierda, plural, no dogmática, con ideales enraizados y capacidad pragmática para hacer una política de verdad en beneficio de las clases populares, y capaz no ya de buscar mayorías electorales pero si capacidad de hegemonía ideológica de izquierdas con la que enfrentarse a todos los que han sucumbido al mensaje y a la dictadura de los mercados. Se trata de lograr conseguir lo que el PSUC y el PCE fueron en su tiempo, en la clandestinidad, referentes del avance democrático político y social, o lo que significó Euzkadiko Ezquerra en un determinado momento en Euzkadi, pero se trata de conseguirlo no recreando el pasado ni tratando de resucitar lo que ya pasó. Se trata de crear un nuevo modelo de formación política adaptado a las necesidades de la izquierda en el momento actual de nuestro país que sepa llevar a la práctica el pensamiento del voluntarismo gramsciano de luchar por la hegemonía en la sociedad de los valores de la izquierda.
fuente: ManelGarcia-NuevaTribuna
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