La derecha económica y política culpa a lo salarios de los problemas de competitividad de la economía española. Según ellos, en los últimos años se ha producido un excesivo incremento de los costes laborales provocando un diferencial de inflación con la media de la Unión Europea que deteriora nuestra capacidad de competir vía precios. Por ello, con la llegada del PP al poder, se han puesto a la tarea de corregir lo que ellos llaman desequilibrio.
Lo primero fue congelar en términos nominales el salario mínimo interprofesional, uno de los más bajos de Europa, lo que supone su reducción en términos reales. Ahora, la alianza entre los sectores más retrógrados de la patronal y el gobierno, se plantea reformar por decreto la negociación colectiva con el objetivo declarado de empujar los salarios hacia abajo.
Y sin embargo la teoría del crecimiento salarial excesivo en España es absolutamente falsa. Porque aunque algunas fuentes señalen que los salarios han crecido mucho, la realidad es que en las dos últimas décadas se ha producido una reducción salarial en términos reales, lo que ha provocado una pérdida de capacidad de compra de los asalariados.
En las dos últimas décadas el modelo de negociación colectiva en España ha funcionado relativamente bien, con acuerdos marco entre empresarios y sindicatos que después se trasladan a los diferentes ámbitos territoriales, sectoriales y de empresa en la que se negocian los convenios. Estos acuerdos han apostado por la moderación salarial y el mantenimiento del poder adquisitivo de los salariaos, vinculando el incremento salarial al IPC y condicionando la ganancia de poder adquisitivo al reparto de los incrementos de productividad.
La estadística de los convenios colectivos señala que en los últimos años los incrementos salariales han seguido esa pauta y han crecido ligeramente sobre el IPC. Pero esta estadística sobre incrementos pactados en los convenios esta en absoluta contradicción con otras fuentes que demuestran que los salarios en España son muy bajos y que las rentas salariales han perdido posiciones en el reparto de la renta nacional. Y además, de forma paralela, que la desigualdad de rentas en España es de las más alta en la Unión Europea y que se agrava con la crisis.
La Contabilidad Nacional señala que la participación de los salarios en la Renta Nacional no deja de caer desde que en el año 2000 alcanzó un máximo del 55%. En 2010 es sólo del 52%, cuando los asalariados son el 84% de los ocupados.
La estadística de la Agencia Tributaria revela que en 2010 el salario medio anual fue de 19.113 euros, esto es 1.365 euros brutos al mes, que el 50% de los asalariados no llegaba mileurista y que casi ocho millones de trabajadores tenían salarios por debajo de los 750 euros netos al mes. Esta situación no ha cambiado para mejor en 2011.
Esta aparente contradicción entre lo que dice la estadística de convenios, que los salarios negociados mantienen el poder adquisitivo y las demás fuentes que señalan un deterioro salarial está explicada por el efecto composición. Porque la estadística de convenios refleja tasas de variación, esto es, los porcentajes de incremento salarial pactados en los convenios pero no el salario en cifras absolutas. Y ese salario se ha reducido como consecuencia de los cambios económicos, productivos, empresariales, demográficos, sectoriales y laborales de las dos últimas décadas.
Como es bien conocido el salario de un trabajador es más elevado si la empresa en la que trabaja es grande, si su actividad es industrial o de servicios de alto valor añadido, si tiene un contrato fijo y su antigüedad en la empresa es grande, si tiene un nivel formativo alto Pues bien, en los últimos años en casi todas estas variables se han producido cambios en dirección contraria que han empujado el nivel salarial hacia abajo.
Las empresas han utilizado la descentralización productiva y el outsourcing para reducir el tamaño de la plantilla principal, las empresas industriales han perdido presencia a favor de la construcción y los servicios de bajo valor añadido, los contratos temporales son cada vez más, la precariedad aumenta la rotación laboral reduciendo la productividad, mucha gente ya no cobra antigüedad y se usa y abusa del empleo menos cualificado en esas actividades de bajo valor.
El bajo nivel salarial es uno de los brazos de la tenaza que comprimen el nivel de renta de las familias trabajadoras. El otro ha sido el incremento brutal del precio de la vivienda habitual que ha obligado a casi todas la familias a dedicar una parte muy elevada de su renta al pago de la hipoteca. Porque en estos años los asalariados han tenido que compensar con préstamos bancarios lo que no les llegaba con el sueldo.
El resultado ha sido un proceso casi dramático de endeudamiento, de apalancamiento, para la compra de vivienda que a día de hoy lastra no sólo el nivel de vida de la gente sino las posibilidades de recuperación de la actividad económica en España.
Y esto no lleva al último punto. Los salarios son al mismo tiempo un coste para las empresas y el componente fundamental de la demanda. Reducir el salario en una empresa concreta sin duda beneficia al empresario porque ganará más. Pero si la reducción salarial se generaliza a todas las empresas todos perderemos, los empresarios también, porque al caer la demanda se produce menos y también caen los beneficios. Es la paradoja de la generalización, lo que es bueno para uno individualmente puede ser malo si se extiende a todo el mundo.
Y este es el gravísimo riesgo que es esconde detrás de las propuestas para imponer por ley una reforma de la negociación colectiva. Si se reforma para dar más poder al empresario se puede llegar a bajar el nivel salarial del país, lo que nos haría a todos más pobres.
fuente:NuevaTribuna
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